OTRAMERICA
miércoles 28 de noviembre de 2012 El último tramo del río Iténez nos muestra dos nuevas formas de vivir en la amazonia sur unidas por dos elementos básicos en la alimentación ribereña. La de un quilombo aún en lucha por sus tierras que vive de la venta de farinha hecha de forma tradicional. Y la de los trabajadores-cuidadores del proyecto de conservación de la tartaruga amazónica, la principal fuente de proteínas en esta época para los habitantes del río.
Nuestra llegada a Santo Antonio, en las orillas del Guaporé (del lado brasileño), la hicimos escapando de la embestida de una tormenta, que unida al humo del incendio que asola la controvertida Reserva Biológica del Guaporé, tiene un aspecto acobardador para cualquier navegante.
Santo Antonio, el quilombo brasileño más pequeño en el que hemos estado, tiene una historia de resistencia y un presente de perseverancia por conseguir la titulación de la totalidad de su territorio comunitario, que fue expropiado por la creación de la Reserva Biológica do Guaporé en 1982. Josep Iborra Plans, de la Comissão Pastoral da Terra (CPT), una de las caras más activas de la Comisión, quienes hacen un tremendo trabajo de control de los derechos humanos en el estado de Rondonia, escribe acerca de Santo Antonio y su historia para situarnos en dónde nos encontramos:
[...] El problema territorial de la localidad ribereña (Santo Antonio) se arrastra desde 1982, cuando en Rondonia, en la frontera con Bolivia, fue creada la Reserva Biológica do Guaporé, ocupando los territorios de la comunidad de Limoeiro, en el Río San Miguel, y de la comunidad de Bacabalzinho y Santo Antonio, en el Río Guaporé. Después de que la reserva biológica comenzó a ser implementada, en 1986, los agentes ambientales del antigua STF se comenzaron a presentar, armados, para desalojar a las familias que vivían en el interior de la reserva. Solamente las familias de Santo Antonio do Guaporé conseguirán resistir y permanecer en la zona. [...]
La comunidad estaba en situación precaria, en territorio registrado como de propiedad del Ibama (Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis) y dentro de una Reserva Biológica, o como dicen, una Unidad de Conservación de Protección Ambiental Integral (REBIO), siendo que en este tipo de unidades de conservación está prohibida cualquier actividad humana, a excepción de investigaciones y estudios. [...]
Esto significó un problema para la comunidad, que fue viendo todos sus derechos y su supervivencia amenazada por la Reserva, tanto que el Ibama, responsable de la unidad, pasó a considerar a los moradores de Santo Antonio como invasores de la misma, dentro de la propia comunidad donde nacieron y criaron a sus familias.
La vida de los habitantes de Santo Antonio estuvo sujeta al buen entender o a las arbitrariedades del jefe de la unidad de conservación que toleraba la existencia de la comunidad y restringía poco a poco todas las actividades, pues legalmente "no se podrían ni criar gallinas dentro de la unidad". Ni que decir de las actividades agrícolas, la caza y la pesca que se vieron completamente restringidas, siendo obligados los habitantes a vivir y trabajar en la clandestinidad".
La situación legal de la comunidad solamente comenzó a cambiar después de superar la nueva amenaza de desalojo de la Rebio do Guaporé, en 2003, y conseguir el reconocimiento por la Fundação Palmares como comunidad quilombola, con el Certificado de Autorreconocimiento Étnico del 16 de abril de 2004. Santo Antonio fue la primera comunidad quilombola reconocida en Rondonia. [...] Hoy son siete las comunidades quilombolas reconocidas en la región: Forte Príncipe da Beira, Santa Fé, Comunidade de Jesus, en el Río São Miguel, Santo Antônio, Pedras Negras, Rolim de Moura do Guaporé y Laranjeiras. [...]
Ya en 2011 se falló en el caso a favor de titular parte de las tierras a Santo Antonio, con el caso aún abierto de recuperación de los terrenos de uso tradicional de la comunidad: La demarcación del territorio de la comunidad quedó paralizada durante años entre la propuesta del INCRA (Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária), que defendía el derecho a 41.600 ha y la propuesta del ICMBIO (Instituto Chico Mendes de Conservação da Biodiversidade) de apenas 3.495 ha.
El MPF (Ministerio Público Federal) defendió la inmediata titulación del área de 3.495 ha (sin perjuicio del resultado final de la controversia sobre el total del territorio) y el derecho de participación de la comunidad en las sesiones de arbitraje que debate el territorio de la comunidad.
Hoy en día En Santo Antonio encontramos una comunidad humilde y trabajadora, que puede salir a pescar tranquilamente en su territorio, y que -como nos muestra Don Armando- pueden cultivar variedades de mandioca en terrenos de cultivo propios que les sirven para dar vida a la Casa da Farinha (la farinha es el acompañamiento de casi cualquier comida en esta parte de la amazonia).
Aquí se produce una de las farinhas más preciadas de todo el río, ya que está hecha con el método tradicional. Método que lleva más de 6 horas de torrada manual para un saco de 30 kilos, más los dos días de fermentación de la misma sumergida en el río, un día de prensado y su tamizado para quitar impurezas. Un trabajo del que fuimos testigos y que culmina en la torrada de la farinha a las 3 de la mañana, trabajo que se demora hasta las 12 del mediodía para completar un saco.
Conservación de una indispensable
Con la amabilidad propia de las comunidades quilombolas que experimentamos en la orilla brasilera nos metimos de nuevo al río, y a los pocos días antes de llegar a Costa Marques (nuestro destino final a remo) nos encontramos con los simpatiquísimos trabajadores del proyecto de conservación de la Tartaruga (Podocnemis expansa) en el Río Iténez.
La playa de tartaruguinha es el lugar elegido por más de 15.000 tartarugas para criar este año 2012. Llegamos justo a tiempo para colaborar en el trabajo de los vigilantes (bolivianos y brasileños) y que son todos moradores de la TCO Itonama o de los quilombos cercanos. Su trabajo consiste principalmente en estar atentos a los posibles furtivos que quieren aprovechar esta época de desove, en la que las tartarugas salen a solearse para madurar antes los huevos de su interior, para hacer negocio en poblaciones cercanas como Costa Marques con gran demanda comercial. Y en estar presentes en las últimas horas del desove diario para ayudar a aquellas tartarugas que, exhaustas, tratan de volver al agua tras poner unos 130 huevos de media de los que apenas una mínima cantidad llegarán a adultos.
La razón fundamental por la cual está considerada en peligro de extinción, al igual que muchas otras especies de vertebrados de la Amazonia, se atribuye principalmente a la caza comercial, que en algunos lugares se efectuaban desde la época de la conquista. Según la lista mundial más reciente de especies de vertebrados amenazados de la UICN (Groombridge, 1993), P. expansa se encuentra clasificada en situación de peligro de extinción. (Biología y manejo de la tortuga Podocnemis expansa, 1997).
La tartaruga es para los moradores de estos ríos, comunidades y quilombos (que viven en incomunicación por tierra y en gran sintonía con su medio), una de las principales fuentes de proteínas durante la época seca. Es por esto que playas como la de Tartaruguiña, son vitales para la supervivencia de los habitantes del río y para el equilibrio natural del mismo.
La presencia de estos animales en el río tiene una importancia para sus moradores (humanos y no humanos) como la presencia de peces en los mares. Son el sustento alimenticio de miles de familias en una amplia época del año, ejercen un trabajo de dispersión de semillas fundamental para diferentes especies vegetales y sirven de alimento para muchísimas especies de aves, peces, mamíferos y reptiles. Una posible extinción o merma considerable de estos animales supondría un desequilibrio inmediato. Así, por ejemplo, se vería un aumento de la caza de otras especies terrestres o no, que en este periodo tienen su momento reproductivo y que gracias a la presencia de la tartaruga como alimento principal no se ven tan presionadas y que garantizan el alimento en otras épocas.
Encontramos una sociedad ribereña (rural) con una mayoría de gente consciente de los lugares buenos para su captura, y de dónde conviene no adentrarse para que puedan reproducirse y asegurarse el recurso en el futuro, aunque no siempre depende de ellos la conservación de su medio.
Fin de etapa
La experiencia de movimiento autónomo en el río nos deja con la sensación de haber alcanzado un acercamiento más personal a las comunidades, y con la alegría de haber podido realizar un sueño que se planteó desde que el momento en el que tocamos el río Paraguay.
Llegamos a Costa Marques. Fin de etapa a remo y donde pasamos varios días antes de intentar bajar hasta Guayaramerín por el río Iténez y el bajo Mamoré.
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